Bife de chorizo en español
Periodista freelance y sumiller, Sorrel Moseley-Williams se confiesa adicta al corcho y recorre el cono sur de Sudamérica en busca de experiencias gastronómicas, enológicas y viajeras. El fin de semana pasado asistió a una fiesta de la sal marina en la Patagonia argentina; hace unos meses descubrió la historia de las almejas de agua dulce de Bolivia; el mes que viene viajará al Valle de Uco, en Mendoza, con unos colegas sommeliers. Tras vivir un año en el noreste de Argentina en 1998 y trasladarse definitivamente a Buenos Aires en 2006, ha colaborado en CNN Travel, Condé Nast Traveler y Traveller, The Guardian, Saveur, The Independent y Departures. Escribe semanalmente en el Buenos Aires Herald y es editora de vinos de Time Out Buenos Aires. Ha colaborado en guías como Wallpaper*, Fodor’s y Rough Guide, entre otras; también ha escrito para Cuisine & Vins, La Nación, U-Like It y Forbes Argentina en español. Este idiota del corcho también tiene un blog de vinos (obviamente): Come Wine With Me.
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Bife de chorizo argentino
¿Qué hace tan famoso al asado argentino? Para responder a esta pregunta, tenemos que hacer un poco de historia y remontarnos 300 años en el tiempo. Los primeros en dar cuenta de la existencia del asado fueron los sacerdotes jesuitas, allá por principios del siglo XVIII.
Al recorrer las tierras que hoy conforman el mapa de la Argentina, vieron que los gauchos, que vivían sin lugar ni ocupación fija, en las zonas pampeanas de la república, cazaban el ganado cimarrón -es decir, el que se criaba suelto y sin dueño- y luego de quitarle los cueros y las astas, trozaban la carne y la ponían a cocinar, clavada en una especie de cruz, con fuego.
En esa época, los territorios del Río de la Plata tenían una economía muy primaria y sólo se comerciaba con cueros, cebos y astas, desechándose todo lo demás, ya que se desconocían las prácticas para la conservación de la carne. Años más tarde aparecerían los primeros saladeros donde se elaboraba el tasajo que servía de alimento a los esclavos. Con los años, la carne comenzó a asarse en parrillas hechas con hierro y así tomó forma el actual asado argentino que todos conocemos y disfrutamos.
Bife de chorizo argentino en español
El chorizo ibérico se come cortado en rodajas en un bocadillo, a la plancha, frito o cocido a fuego lento en líquido, incluida la sidra de manzana u otras bebidas alcohólicas fuertes como el aguardiente. También se utiliza como sustituto parcial de la carne picada de ternera o cerdo[5].
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El chorizo español se elabora con carne y grasa de cerdo picadas en trozos grandes y condimentadas con ajo, pimentón ahumado y sal. Se suele clasificar como picante o dulce, según el tipo de pimentón utilizado. Cientos de variedades regionales de chorizo español, tanto ahumado como sin ahumar, pueden contener hierbas y otros ingredientes[9]. Por ejemplo, el chorizo de Pamplona es un embutido más grueso con la carne más finamente molida. Entre las variedades se encuentra el chorizo Riojano de la región de La Rioja, que goza de protección de IGP en la UE.
Bife de chorizo en inglés
Las vacas argentinas se crían en grandes llanuras abiertas alimentándose del pasto con mucho espacio para caminar. Esto es muy diferente a los corrales de engorde que son la regla común en otros países haciendo que la calidad de la carne argentina sea superior. Un bife argentino de primera casi no tiene grasa, lo que lo hace más fresco y sabroso.
La experiencia del bistec no será completa sin un buen vino argentino. El tinto va bien con el tinto, y el mejor vino tinto argentino es el Malbec. Venerado en todo el mundo, el Malbec argentino de la provincia de Mendoza no sólo es una maravilla por sí solo, sino también el compañero perfecto para su asado.
Si vuelves del cielo y todavía tienes sitio para más, puedes terminar tu comida con un buen postre, la mayoría de los asadores servirán un clásico flan con dulce de leche o budín de pan. ¡Un buen café será el mejor final para la experiencia!